miércoles, 9 de septiembre de 2009

Mi reflejo...



Al mirar atrás recuerdo aquel día,

Cuando era niña de dulce sonrisa,

Reposar mi rostro en el gran espejo

Y ver frente mío mi dulce reflejo…


Recuerdo esas tiernas mejillas rojas,

Mi largo cabello y una vincha rosa,

Disfrutaba verme pequeña y sencilla

Vestida de blanco y parada en la silla…


Hoy miro con pena ese mismo espejo,

Ya no está la niña de dulce reflejo,

Ni las mejillas rojas que tanto adoraba,

Ni la vincha rosa, ni la silla alta…


Sólo está el vestigio de tantos años,

El pasar del tiempo fue llevando algo,

Veo zurcos y ronchas en cada mejilla.

Dime espejo mío ¿Dónde está mi niña?

CMCC.-

miércoles, 11 de febrero de 2009

La delgada linea roja...


La vida da sorpresas y vueltas, entra tras el pilar a esconderse y cuando das la vuelta bu! te asusta! mmm traviesa la vida...

Es asombroso como una persona puede cambiar su vision-mision a lo largo de su vida, vive defendiendo al amor incondicional, el que todo lo perdona, el que todo lo comprende, el que todo lo soporta... y un tiempo despues se ve detestando y militando en contra de esa plaga comercial... y ya no lo perdona, ni lo comprende, ni lo soporta...

Sin embargo, aunque parezcan comportamientos esquizofrenicos extremistas, solo los separa una delgada linea... un simple hecho 'delictivo', un pequeño desamor o una tragedia griega que al fin y al cabo siempre tiene origen en alguna estupidez mundana...

Antes defendias la castidad antes del matrimonio, ni bien conociste el calor corporal, cambiaste de parecer... luchabas por el amor fiel, eterno, capaz de cambiar el mundo! y no pasa mucho hasta que pruebas una cucharada de hiel, y aprendes a odiar, y te preguntas si esa fidelidad valio la pena en realidad...

Criticas a las liberales, a las feministas, que hacen lo que quieren cuando quieran (y lo mas importante... con quien quieran) y un dia te das cuenta que estas haciendo lo mismo, y criticabas porque simplemente envidiabas la posicion que las demas mantenian (misionero, perrito, carrusel, helicoptero! jesuuuu!!)

En fin... cambia de repente la manera de mirar las cosas, lo que antes parecia demasiado atrevido se vuelve atractivo, lo que era prohibido se vuelve tentador... y aparecen nuevas ideas, nuevos desafios, una nueva forma de ver la vida, de sentirla mas adentro, de disfrutarla... y aparecen nuevas personas desfilando por sitios que solo vos llegabas con la manguerita de la ducha...

Y asi vas evolucionando ¿? y todo parece mas claro, y tu proposito en la vida aparece frente a tus ojos... el cual es: "Amarte a ti misma, como quisieras que te amen, pero siempre a ti primero"

miércoles, 14 de enero de 2009

50 cosas que si o si tenes que probar en la vida...


1. Acostarse con un desconocido absoluto y nunca volver a verlo.
2. Ir a la tarotista compulsivamente y seguir sus instrucciones al pie de la letra. Comprar velas, hacer "novenas" en la mesada de la cocina, y tirar los platos al lado de un árbol, cuando los vecinos no miren.
3. Vengarse furiosamente de una amiga.
4. Acostarse con alguien sabiendo que es un error y que las consecuencias serán te-rri-bles.
5. Perseguir a un hombre que te vuelva loca y urdir planes maquiavelicos y ardides delirantes hasta conquistarlo.
6. No usar ropa interior.
7. Revolcarse con más de dos hombres la misma noche.
8. Comerse un pote de dulce de leche en la cama y dejar el envase en la mesa de luz.
9. Ser infiel y no contarlo nunca, ni a tu mejor amiga.
10. Robar un novio.
11. Romperle el corazón a alguien.
12. Irse de viaje sola a algún país lejano y sin demasiados planes.
13. Ir hasta la selva chaqueña a conocer a un tipo del chat (que siempre es horrible, claro)
14. Salir con dos hombres al mismo tiempo.
15. Tener la casa impecable.
16. Empujar a una vieja.
17. Enamorarse perdidamente de un profesor, suspirar y ponerse nerviosa si te habla.
18. Dejar a alguien, aún estando muy enamorada, porque tenés la noble certeza de que no es para vos.
19. Tener dos citas la misma noche.
20. Emborracharse hasta el desmayo y no recordar absolutamente nada el día siguiente.
21. Reptar por la casa en jogging, sin bañarse y con la remera sucia, durante todo el fin de semana.
22. Acostarse con un amigo gay, completamente borracha.
23. Hablar cinco horas seguidas por teléfono con una amiga.
24. Comprar un best seller impresentable, leerlo apasionadamente y luego forrarlo en papel de diario y esconderlo en la biblioteca.
25. Enamorar perdidamente a alguien.
26. Acostarse con alguien que no hable el mismo idioma.
27. Agarrarse de los pelos con otra mujer.
28. Ver comedias románticas y llorar.
29. Escuchar el mismo tema doscientas cincuenta veces a todo volúmen.
30. Empapar el baño y no secarlo.
31. Desayunar pizza.
32. Ir a dormir a lo de tus amigas.
33. Tener la toalla de manos del baño impecablemente doblada.
34. Comer parada en la heladera.
35. Cambiarte de ropa con la ventana abierta para que te vea el vecino.
36. Gastar $300 en una cartera color “ciruela pasa”.
37. Usar la última bombacha enorme, sin elástico, desteñida y agujereada.
38. No lavar la ropa cuatro semanas y usar el vestido de comunión para ir a trabajar.
39. Coquetearle a un proveedor para conseguir un descuento.
40. Hablar pestes de otras mujeres luego de una reunión.
41. Mentirle a un hombre sólo para llevarlo a la cama.
42. Mirar maratones de reality shows durante todo el fin de semana.
43. Invitar a salir a alguien.
44. No lavar el auto en siete meses y dejar adentro botellitas de coca light, cáscaras de mandarina, mudas de ropa, zapatos, papeles del trabajo, caramelos pegados en el piso y el bolso del gimnasio lleno de ropa sucia.
45. Bailar la coreografía de “Fiebre de sábado por la noche” en el living, poniendo cara de “cool” y misteriosa.
46. Practicar conversaciones frente al espejo, riéndote como una estúpida y haciendo mohines vergonzosos.
47. Chupar el relleno de las galletitas y dejar el resto, o mordisquear bombones y dejarlos porque son feos.
48. Hacer dietas ridículas basadas en teorías delirantes o cábalas sin sentido.
49. Leer revistas frívolas.
50. Probarse el ropero entero antes de salir

YO... aproximadamente 35 de 50! que cuales son? no seee yooooo jajaja xD

(De Bestiaria)

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martes, 13 de enero de 2009

Con cariño...



Por qué siempre encuentran la manera de hacernos llorar?? por queeeeeeeeee?? snif snif... Por que cuando más tranquila pensamos estar arremeten contra nuestro corazón?
Que manía tienen de pensar que nosotras somos el enemigo!!!
Dejenme en paz!! let me be!!!

Uds, si Uds!! no se hagan los tarados! Uds causaron que yo me convirtiera en una feminista idealista transtornada, porque por Uds, aprendi a odiarlos!! Siii!! Uds, cerdos fetichistas!

Cada día creo menos en el matrimonio, invento berreta de los hombres para no pagar mucama y a la vez engendrar nuevos especímenes de su raza y otras futuras mucamas de alguien...

La "familia ideal" que nos pintan es un burdo cuento de hadas, donde el ogro se sale con las suyas, atrapando a la princesita, o a varias...

No sé si simplemente me tomé la píldora roja que se tomó Neo, o es la rabia de comprobar que nos obligan a sentir algo prefabricado que no dura mas de 5 años, a consumirlo, y encima insisten con que se debe "consolidarlo"! bah! pavadas!! consoliden esta!! que yo, solita, me amo más de lo que nadie me pueda amar... Lo demás... es puro propaganda hipnótica...

Pero ya veran queridos... que la venganza es dulce... a ver si se animan a hacernos mucamas a ver como les va...

Sincerely yours...

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sábado, 3 de enero de 2009

Fat Mamma (cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia)



Me niego a compartir el mundo con mujeres que no necesitan hacer dieta. No puedo aceptarlo. Es indignante, inmoral, imposible. Es una cuestión de principios: si tengo que asumir que algunas comen todo lo que quieren sin sufrir las consecuencias, no quiero seguir viviendo.

Supongamos que las mujeres se pueden ordenar de acuerdo a su forma de comer y que en la punta superior están las que apenas prueban bocado (las que se olvidan de almorzar, por ejemplo) y en la otra, la inferior, las golosas insaciables, que como yo, por la noche sueñan con orgías de scones. En el medio quedarían, entonces, las flacas que nunca engordan, las que hacen dieta toda la vida y las gordas resignadas.

Las que a mí me interesan, las que hacen dieta toda la vida, pueden ser gordas o flacas. La silueta es lo de menos. Algunas hacen ayunos, otras se entregan a una fuerza superior, y otras se engañan mientras recuperan los kilos de a poquito. Todas son, a su manera, diferentes; cada una cree en un dios distinto. Sin embargo, hay algo que las une. Bajen o no bajen de peso, están destinadas a una dieta mientras vivan y, a diferencia del resto del mundo, no están definidas por lo que hacen, sino por lo que dejan de hacer, o para ser más clara, por lo que no comen.

La gorda negadora

Mantra: “Yo prefiero tener unos kilos de más pero disfrutar, no me van esas minas que se la pasan contando calorías todo el día”

La negadora vive mirando el canal Gourmet y probando recetas de Narda Lepes como Plumcake con amapolas o Shepherd´s Pie, creyendo que en vez de una adicta imparable, es una sibarita. Como no considera sus excesos gastronómicos como un problema, cree que cuando quiera bajar de peso, lo hará sin mayor inconveniente. Porque “cuando ella se pone, se pone”.

El problema, sin embargo, es que nunca se pone, que nunca se pesa y que no ve la cantidad que come porque cree que los restaurantes sirven platos pequeños para estirar el presupuesto y que los paquetes que dicen “rinde 4 porciones” en realidad son para uno solo.

La negadora siempre hace dieta sola, en su casa, sin consultar a nadie, midiendo la bajada con el talle de pantalón para no enfrentarse a la amarga realidad de la balanza. Opta por versiones extremas, como la dieta de la luna, o la dieta de Atkins, pero después de dos días, cuando se siente una sirena, siempre la deja.

La gorda dietera

Mantra: “Sí, mayonesa light se puede”

A diferencia de la anterior, la gorda dietera tiene la sensación de que vive a dieta desde que tiene doce años. Y digo “la sensación” porque si realmente viviera a dieta, sería flaca.

A pesar de que a veces tiene nada más que cinco kilos de sobrepeso crónico, la gorda dietera ya probó de todo: tratamientos, acupuntura, pastillas, actividad física extrema. Cada vez que arranca un nuevo régimen, se entusiasma y dice que está distinta, que no tiene hambre, que no le cuesta hacerlo y que esa es la solución de su vida.

Sin embargo, son solo palabras. A las dos semanas inexplicablemente empieza a faltar, deja de pesarse, agrega un poquito de comida, y otras delicias de la vida dietera. Delicias, que, por otro lado, anticipan un fracaso estrepitoso y un encuentro esperable con las harinas complejas.

Como la anterior, también vive cocinando, pero para sostener una ingeniería dietética de placebos que la ayuden a sostener el régimen de comidas. Realiza toda clase de recetas en versión light, pasando por tortas, merengues y confituras a base de leche en polvo, edulcorante, gelatina sin sabor y esencias, que si bien tienen menos calorías que sus versiones regulares, son sumamente engordantes de todas maneras.

Es la consumidora número uno de todos los disparates light del mercado. Desde crema 0% grasas hasta salame bajas calorías, y aunque sepa que son engaños viles, prefiere creerse que no engordan antes de cerrar el pico.

La obsesiva


Mantra: “En vez de comer un helado, prefiero comerme 1 barra de cereal + 1 vaso de leche con cacao amargo y edulcorante + 1 banana mediana, que tiene las mismas calorías"

La obsesiva sabe las calorías de todos los alimentos como un fanático religioso que se aprendió la Biblia de memoria. Tiene teorías propias de combinaciones de ingredientes que aceleran el metabolismo, tés diuréticos y otros hechizos (adora la gelatina y las manzanas por ejemplo, pero jamás mezcla pastas con proteínas) y sufre una relación patológica de amor odio con los hidratos de carbono.

Además, vive negociando y calculando el impacto de lo que va a comer como si fuese un corredor de bolsa. Piensa en el gimnasio ya no como una fuente de salud, sino un sistema de reintegro abierto de calorías. Si come un plato de ravioles, por ejemplo, y consume seiscientas calorías en el almuerzo, por la tarde va al gimnasio a quemar otras trescientas para poder hacer una cena más suculenta.

Es previsible, entonces, que suba y baje de peso todo el tiempo. Semejante coordinación y montaje de artimañas dieteras, sólo tiene un final posible: engordar.

La fabuladora


Mantra: “Chicas, chicas, estoy re gorda”

La fabuladora no es flaca, es flaquísima. Su actividad principal es decirle a sus amigas que comió un montón de chanchadas e imitar el tamaño de los alimentos con el contorno de los dedos. Sin embargo, todos los que alguna vez la vieron comer, saben que miente; que cuando jura haberse atracado con un millón de empanadas, en realidad quiere decir que le robó un pedazo de repulgue al novio.

Para probarle a sus desconfiados interlocutores la veracidad de estos supuestos, la fabuladora ejecuta siempre una prueba física: se contorsiona, se agarra la piel de la panza, y, disfrazándola de rollito, pide que todos miren lo gorda que está.

Si además sus amigas hablan de hacer dieta, ella no puede soportar quedarse afuera, y aunque no tenga nada para bajar propone que vayan todas juntas a Figurella o empiecen el mismo día, la dieta Scardale. Si, en cambio, hablan con resignación de lo mucho que comen, ella se muerde el labio inferior y niega con la cabeza mientras repite que no tiene arreglo, que le gustan demasiado los chocolates.

La tramposa


Mantra: “Un poquito no hace nada” “Mañana todo líquido”

La tramposa vive dibujando y reagrupando lo que come como un contador evasor de impuestos. Cada vez que rompe la dieta, en vez de empezar de nuevo o de imponerse disciplina, piensa “bueno, comer media banana más es como si antes hubiera comido una banana más grande” o “en realidad no es tan grave, porque es fruta, es pura agua”.

Lentamente va estirando y deformando las consignas de la dieta, con tanta destreza, que hasta ella misma se convence de que no baja de peso por un problema metabólico. Si el médico le asigna 100 cc de leche descremada por día, arranca tomando leche entera, después la cambia por yogur, más tarde por queso blanco y después por 100 gramos de queso camembert con galletitas.

Siempre posterga el problema o le atribuye el fracaso de su dieta a otros motivos. Se promete a sí misma rutinas de ejercicio para el día siguiente, jura que ese bombón que tiene en la mano será el último y que volverá sin probar bocado de un banquete romano, pero nunca cumple.

Por último, hay algunas menos interesantes pero igualmente reales: la terrorista (que sólo consume tomates cherry y coca light por miedo a engordar), la oral (que se la pasa hablando de calorías, nutrientes, colesterol, mientras se come una hamburguesa en un fast food) y finalmente, la madre represora (que como fue gorda de joven ahora persigue a su rolliza hija de ocho años para que el lunes arranque la dieta de la luna con ella).

(Extraido de Bestiaria...)
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